Bueno amigos Diferents, ayer mi gran amigo Santiago, me pidió que participará como colaborador en la FÁBULA DE LA SENDA DESCONOCIDA que él mismo está escribiendo por capítulos.


¿En que consiste mi colaboración?, pues mi gran amigo, nada más y nada menos me ha solicitado que le entregue una imagen cada día, y de esta forma el cuento continuará según la imagen enviada haciendo relación a la misma, de esta forma amaneceréis todos los días con un nuevo capítulo.

Así que ardua tarea la encomendada por Santiago, ya que tengo que pensar muy bien en que imagen subir, por que la misma será la clave del camino por donde seguirá el cuento.

Así, que desde mañana domingo, iré colgando cada  capítulo de la FÁBULA DE LA SENDA DESCONOCIDA.

Espero que sea de vuestro agrado. Gracias Santiago, amigo.

 

 

FÁBULA DE LA SENDA DESCONOCIDA

Capitulo 1.


Erase una vez un reino donde la amistad era una promesa sagrada de cumplimiento, y la lealtad un don innato e imposible de olvidar.

 

En este lugar gobernaba una reina justa y amable llamada Priscila que era amada por todos sus súbditos, caballeros y doncellas que disfrutaban de las bienaventuranzas de fértiles tierras y productivas cosechas.

 

Todos vivían en armonía y la salud les sonreía a ancianos, jóvenes e infantes, que disfrutaban de largas y gozosas vidas.

 

Un día llegó a las puertas del castillo real una vieja y malvada bruja del norte llamada Europa, que a toda costa quería audiencia con la reina.

 

Viajaba con una bandada de cuervos que volaban a su alrededor y que emitían unos graznidos ruidosos e insoportables para muchos de los que se cruzaban con ella. Los guardianes de la puerta, al verla le impidieron el paso y avisaron a su majestad, que desde lo alto de la muralla le indicó a la perversa vieja que no era bien recibida y que sus artes malignas no entrarían en su reino.

 

La bruja muy enfadada se marchó a regañadientes y clamó a los cuatro vientos su venganza, que los valores de amistad y lealtad de los vasallos de ese reino llegarían a su fin, y que la traición y la envidia invadirían hasta el último rincón del reino.

 

 

Para cumplir este sortilegio, y empleando su brujería, se transformó en una farola apostada en el borde del camino al castillo real y los cuervos los convirtió en caracoles agarrados a su fea cabeza.

 

 

Capítulo 2.

 

La bruja quedó de esta forma al borde del camino, a la espera de que pasase algún siervo o caballero qué, transformado por algún hechizo, traicionaría a la Reina fatalmente.

 

La lealtad era una virtud que nadie ponía en duda, pues todos los niños y niñas recién nacidos eran presentados a la Virgen de la Luz, y esta les ofrecía el don para todas sus vidas. Así Priscila nunca se podía imaginar que un vasallo suyo sería el germen de su desgracia.

 

Muchos días pasaron desde que la bruja quedó vigilante en esta transformada farola, muchas inclemencias sufrió en este lugar, muchos seres se alumbraron a su pie, pero el mal da fuerzas a los malvados y espero todo el tiempo que fue necesario para cumplir su venganza. Hasta que al fin, una dama de la corte, ataviada con una larga trenza, y embarazada a punto de salir de cuentas, se apoyó en la farola a descansar de su pesada carga.

 

La pérfida Europa trazó inmediatamente su plan y adormeció a la mujer con una tenue luz encantada que quedó a sus pies caída. Inmediatamente ordenó a uno de sus cuervos, transformados ahora en caracoles en su cabeza, que se colase por unos de sus oídos y derramar en su sangre un elixir que tornaría en malvada a la criatura que crecía en su vientre.

 

Pasados los días, y ya en Palacio, la mujer dio a luz en un sufrido y difícil parto a una pequeña niña, que fue admiración de toda la corte por su belleza, pero que dejó a la madre muy debilitada al borde de la muerte. Y hete aquí, que la mujer se percato que el germen del mal anidaba en su hija, pues el acto del nacimiento de un ser es un instante maravilloso que nos ofrece la naturaleza, y cargado de una bondad infinita que por un instante anuló la pócima que llevaba de Europa en su sangre.

 

La dama de la larga trenza, a pesar de su debilidad, se incorporó y cogió a su hija ante la sorpresa de todos los presentes, e intentó lanzarse con ella por una ventana cercana. Pero se detuvo, pues el amor por su hija era mayor que la lealtad a la reina, y dejándola en el suelo, se encaramó al vació y se lanzó.

 

 

Y ocurrió que mientras caía, la larga trenza se enredó en las puertas del castillo, transformada en hierro forjado, y allí permanece como símbolo de la fuerza de la lealtad de los seres bondadosos y el amor a los hijos. 

 

 

Capítulo 3.

 

La muerte de la dama de la larga trenza conmovió a todo el reino, pues nadie podía imaginar el motivo de su suicidio. La corte se puso de luto y se anularon todo tipo de festejos y celebraciones.

 

La reina Priscila se encargó personalmente  de los funerales y mandó que la recién nacida fuese llevada a sus aposentos hasta decidir quienes iban a ser sus padres adoptivos, sin imaginar que todo lo que iba sucediendo estaba trazado para destruirla.

 

Europa, ya convertida en ser humano, se alejaba de la provincia rodeada de sus cuervos cantando y riendo sin cesar, pues estaba segura  que su plan iba a vengar la ofensa de prohibirle entrar en las tierras reales. Los cuervos, también despojados de su apariencia de caracoles, revoloteaban a su alrededor acompañando con graznidos la canción: “Jo jo jo yo te traigo la muerte, jo jo jo de mi no podrás esconderte”.

 

El labrador de un molino salió corriendo cuando la vio venir y unos artesanos que iban dirección al castillo a la feria habitual de los domingos, dieron media vuelta y se escondieron en un mesón al borde del camino.

 

Europa se dio cuenta de ello y se sentó en un banco que había enfrente del mesón, como si estuviera muy cansada, haciéndose la dormida al poco rato. Los artesanos que la observaban desde el interior por una ventana, confiados pensando que dormía, sin hacer ruido y sigilosamente, fueron saliendo con sus fardos llenos de objetos para el mercado y enfilaron el camino hacia el castillo.

Pero de repente, la bruja se despertó y pronunciando su canción “yo te traigo la muerte, de mi no podrás esconderte” lanzó una poción que los convirtió en hormigas diminutas que fueron comidas por los cuervos al instante. El mesonero que observaba desde el interior de su negocio, salió despavorido por la puerta de atrás, mientras la bruja reía su acción y la desgracia de los hombres.

 

Tanto tanto rió, que cansada y agotada permaneció sentada en aquel banco un largo rato, y quedó realmente dormida en un sueño profundo. Entonces, ocurrió que el gran mago, el Señor del Tejo, conocedor de todo lo que acontece en bosques y praderas, vio dormida a Europa, roncando y soplando tanto que asustaba a sus propios cuervos, y sabedor del mal que estaba provocando, hizo brotar ramas y raíces de la madera del banco donde yacía, que fueron envolviendo a la malvada bruja y a sus negros cuervos, hasta que la convirtieron en una más de sus tablas.

 

 

Por eso, todos los bancos que se construyen desde aquel día, en vez de quince tablas como está ordenado en el libro maestro de los artesanos, se construyen con dieciséis por mandato del Señor del Tejo, para dar a conocer que la malvada bruja está en una de ellas. Tanto es así que si ponéis el oído en la tabla adecuada, podréis oír como graznan los cuervos y  la canción “ jo jo jo yo te traigo la muerte, jo jo jo de mi no podrás esconderte.”

 

 

Capítulo. 4

 

En el reino de Priscila, se fue aplacando con el paso de los días el dolor de la muerte de la Dama de la Larga Trenza, y la corte evitaba comentar y recordar la desgracia que había sucedido.

 

Como era costumbre, la niña fue presentada a la Virgen de la Luz en brazos de la mismísima reina y todo el mundo creyó que recibía el don de la amistad y lealtad, pues nada sucedió en aquel momento sagrado que llevase a entender que por la sangre de la niña corría un elixir maligno, dormido ahora por la desaparición de Europa, único ser capaz de activarlo.

 

Se le dio el nombre de Alsacia y creció guapa y esbelta, rodeada de los demás miembros de la corte. Todos la amaban y le tenían gran aprecio. La reina ordenó que nadie le contara de las circunstancias de la muerte de su madre y quedó prohibido en toda la corte mencionarlo.

 

Como si de un manto del olvido hubiese caído encima de sus habitantes, no se volvió cuestionar el porqué de aquella locura que incitó a su madre a lanzarse por la ventana, y de estar a punto de que su hija la acompañase.

 

Ella jugaba tan feliz como el resto de los infantes e infantas que la rodeaban y la reina ejercía de tutora, preocupándose de que recibiera la más alta educación en todas las materias y disciplinas. Protocolo, Arte y Humanidades, Ciencias e Idiomas fueron enseñadas desde su más tierna infancia, convirtiéndola en una destacada aprendiz.

 

Ya a sus cortos diez años era capaz de debatir con legos en culturas y artes, tal como experta en lenguajes y estrategias de juegos. Así se convirtió a sus quince años en una docta y sabia doncella, con una larga trenza, heredada de sus antepasados, que la reina miraba con alegría y pensaba en lo orgullosa que estaría su madre.

 

Y aconteció que Priscila, que como reina debía velar por todos sus súbditos, recordaba a su dama frecuentemente, y una pena muy honda le afligía el corazón. Año tras año, el aniversario de su muerte le hacia saber que una leal amiga había elegido la muerte a la vida, y no entendía de esta decisión tan cruel. Pues la vida es el don más preciado que nos da la naturaleza, antes que reinos y poder, y cuidarla es la esencia del ser humano.

 

Con esta pena anidada en su alma, quiso saber, y acudió al lugar que le daría la respuesta. En lo más recóndito del cementerio existía una “Boca de la Verdad”, una cabeza de piedra que por su gran boca respondía siempre la verdad a una única pregunta, el precio era muy alto.

 

 

Un súbdito suyo, en algún momento dejaría de serle leal y la traicionaría. Priscila lo sabía, pero la necesidad de saber es en ocasiones muy fuerte, aunque sepamos que es la puerta del mal,  y ella asumió el riesgo. Fue a su encuentro, se dispuso delante de cabeza y le preguntó.

Capítulo. 5


La Boca de la Verdad, dejando su apariencia pétrea y adoptando forma humana le cuestionó si sabía del precio de conocer la respuesta, ante lo que Priscila le contestó afirmativamente y le ordenó que le dijese toda la verdad de aquel día fatídico para su dama.

 

Esta le narró desde el momento del encuentro de su vasalla con la bruja Europa transformada en farola al borde del camino, hasta la decisión de lanzarse al vacío por lealtad a su reina.

 

Priscila iba escuchando el relato que desgranaba la Boca de la Verdad que salía de la pared y el dolor de su corazón le generó un llanto amargo y una gran congoja, que la hizo desplomarse sin fuerzas para volver a palacio. Allí permaneció unas largas horas en el suelo calmando su pena, hasta que oyó unos pasos que se acercaban. Se incorporó y al girarse vio que Alsacia iba a su encuentro, y que aceleraba el paso extrañada por ver a la reina en aquella situación. Le tendió la mano y la ayudó a levantarse.

 

La dama vio que las lágrimas todavía corrían por sus mejillas y le preguntó qué le ocurría, ante lo que Priscila no pudo mentirle, y le contó la verdad de la muerte de su madre. A partir de aquel momento, cada palabra retumbaba en lo oídos de Alsacia, un odio hacía todas las cosas que la rodeaban entró en su alma y empezó a consumirla, y en su mente solo cabía la rabia y las ganas de venganza. Pues el don de la bondad y la amistad que el resto de los súbditos habían recibido en  su nacimiento, estaba ausente en la joven mujer.

 

        Una noche Alsacia abandonó las tierras reales, y sin rumbo fijo caminaba por los senderos que se alejaban de la protección del reino. Llegando a las cercanías de una posada, vio un banco al borde del camino y se sentó a descansar un momento su paseo nocturno. Ella no sabía que la bruja Europa estaba latente en la madera de aquel banco y que faltaba poco para que cambiase su vida y la de todos los habitantes de este mundo.

 

La mala suerte quiso que una astilla de la madera de una de sus traviesas se le clavase en la mano y una gota de sangre cayó en el banco. Inmediatamente, la pócima que dormitaba en su cuerpo la transformó en un ser  extraordinario, ya que sumaba su magnífica inteligencia y su belleza sin igual al poder que le había transmitido la pérfida  bruja.

 

 

Alsacia ya no volvió al castillo. Ella se dedicó a partir de aquel momento a formar un ejército de humanos y animales que eran poseídos por su poder de seducción y que lucharían sin cuartel contra las tropas de Priscila. Hachas, espadas, lanzas, arcos y flechas fueron forjados y construidos por sus malignos herreros y arqueros, y solo faltaba que diera la orden para que fueran a derribar el castillo real. 

 

  

 

Capítulo. 6

 

Ese era el plan que Europa había depositado con su elixir en la sangre de Alsacia. El conseguir un ejército poderoso y bien armado. Y ese el fin, entrar en el Palacio de Priscila sin dar cuartel ni clemencia a todo el que impidiese este hecho.

 

Para trazar su odioso plan de venganza, Alsacia se marchó muy lejos, a tierras muy lejanas, donde Priscila no la pudiese encontrar, donde su tutora no pudiese curar de su mal y tornar a convertirla en un ser dulce y amable como había sido hasta entonces.

 

Convenció a un comerciante de avanzada edad que viajaba hacia occidente al mercado de Siolb,  que si la ayudaba y la admitía en su caravana de mulas y carretas, casaría con él y le daría muchos hijos y  lo cuidaría en su vejez. El hombre no creyó lo de los hijos, pero si lo del matrimonio y la admitió en su carreta situada en la cola de la expedición.

 

Durante todo el viaje, Alsacia se dedicó a convencer al resto de mercaderes que en la carreta del anciano había un cofre repleto de oro y joyas, que ella había visto por casualidad mientras dormía su dueño y que era muy fácil apoderarse de él.

 

La semilla de la codicia germinó en el resto de integrantes de la expedición y confabularon para que la noche anterior a su llegada le arrebataran el cofre al viejo y degollarían allí mismo. Llegado el momento, sigilosamente se acercaron a la carreta donde dormía el mercader y subiendo a su interior lo asesinaron sin piedad, revolviendo entre sus bultos para encontrar el deseado cofre. Al no hallarlo, se dieron cuenta del engaño y montaron en cólera, mentando su desgracia y la perfidia de la mujer, buscándola por todas partes.

 

Pero Alsacia, en esos momentos ya entraba a lomos de una mula en las calles de la villa de Siolb entre sollozos y llantos pidiendo amparo de la guardia, y gritando que estaban matando  a su marido, despertando a media ciudad. Por orden del alguacil se detuvo a los engañados asesinos que habían huido  en desbandada, ocultándose en los bosques cercanos.

 

Presos ya en los calabozos de la guardia, clamaban piedad y relataban las mentiras que les contó la mujer. Nadie les creyó y se dictó su pena de muerte en la horca, que fue ejecutada a la mañana siguiente. Estos hechos causaron gran conmoción, y era comentario en todos los rincones de la villa. Tanto es así que llegaron a los oídos de un príncipe de tierras lejanas que descansaba de un largo viaje en el castillo de Drobmach, a escasa distancia de Siolb. Este solicitó que llevasen a su presencia a Alsacia, que acudió sin demora.

 

 

Y os contaré que el príncipe, de nombre Francisco, quedó prendado de la belleza de la joven y sobre todo de la inteligencia y cultura que superaba a muchos de sus consejeros. No necesitaba la magia ni embrujo heredado de Europa para conseguir sus fines, pues la fuerza de la sabiduría es superior siempre a la fuerza física de la ignorancia, y Alsacia era viva muestra de ello. Francisco le pidió que formase parte de su corte, a lo que accedió gustosa,  y viajó con este a sus tierras y reinos lejanos. 

 

 

 

 

Capítulo 7.

 

Y ahora os contaré como fue que el príncipe  Francisco vio por primera vez a Alsacia y como quedó prendado de ella.

 

La mujer recibió las pertenencias del mercader, su esposo, que le correspondía por  herencia, pues nadie acudió a desmentir que realmente no llegaron a casarse. Desde luego que no era pensamiento de la mujer el contraer matrimonio ni estar bajo el yugo conyugal por mucho tiempo.

 

Fueron doce fardos de lana de oveja que entregó al prior de la Catedral para que lo comerciase en el mercado y repartir las ganancias entre los pobres, una carreta que ofreció a la esposa del alcalde que la recibió con desgana inicial pero alegría más tarde cuando vio un tonel de cerveza en su interior, y cuatro mulas de arrastre bien cuidadas que le cambió al herrero por una yegua blanca de raza árabe.

 

Todos ellos quedaron muy agradecidos y lo comentaron con familiares y conocidos, corriendo la voz de que una dama bellísima había llegado a la villa en las circunstancias e incidentes extraños, y se había ganado la amistad de todos al ser extremadamente generosa y llena de bondad. Así de engañados estaban.

Colgados del cadalso de la Plaza Mayor de la ciudad, quedaron unos días en muestra,  los condenados y ejecutados, y todo el mundo pensaba en la innegable culpabilidad de estos, aunque alguna voz se oyó de la extrañeza del hecho, pues los mercaderes eran conocidos como gente normal y sin conocimiento de altercados anteriores. Cuando el alguacil preguntó en la taberna quién decía tales cosas, se acallaron para siempre las sospechas y cualquier duda de su culpabilidad.

 

A esto que llegó a oídos del Príncipe Francisco, tales rumores y quiso conocerla. Este reposaba del viaje de vuelta a su reino en el castillo de Drobmach, a escasas millas de la villa. Había ido a combatir a Oriente en las cruzadas contra el moro, acompañado de sus mejores y leales caballeros y soldados. Y ahora volvían a casa, cansados y con más bajas que victorias.

 

Mandó un carruaje y Alsacia convino en acudir a la corte de Francisco, pero a lomos de su yegua recién adquirida. Se vistió con un traje nuevo que le obsequió la mujer del alcalde y cruzando el bosque que separaba la villa del Palacio, a galope y moviendo su larga trenza que igualaba la cola de su montura, entró por las inmensas puertas del castillo como si de una diosa se tratase, dejando sin habla a la mayoría de soldados y caballeros que allí estaban.

 

Francisco quedó allí y en ese momento prendado de Alsacia. No tenía más ojos que para su belleza, su saber estar y su sapiencia, y le pidió que entrase a formar parte de su corte. Alsacia aceptó, pues esto tenía ya planeado. Pronto destacó entre las damas que la miraban con recelo y envidia. Notaban que el príncipe estaba solo pendiente de las palabras  que pronunciaba,  como la recién llegada. Sin embargo ella no perdía el tiempo en dejarse cortejar por distintos caballeros e incluso el mismísimo Francisco. Tampoco  permanecía como el resto de las damas en los salones de costura y reposo, sino que se dedicaba al estudio de viejos libros de artes y estrategias de guerra que estaban en las bibliotecas de palacio. Y si era molestada,  mandaba que los grandes mapas y volúmenes fueran llevados a sus aposentos donde planeaba con toda meticulosidad la que iba a ser la guerra de dos mundos.

 

Lo que ignoraba Alsacia era que desde el día que se trasladó a palacio y cruzó el bosque cercano, era observada por un extraordinario ser. El Señor del Tejo no perdía detalle de todos sus quehaceres.

 

  

  

 

Capítulo 8

 

En los bosques es habitual escuchar la brisa juguetear con las copas de los grandes chopos a la orilla de un arroyo, o el crujir de las piñas de los pinos abrasadas por el sol en los acantilados de un mar tranquilo y en calma.

 

Se puede oler la humedad que retienen los helechos al pie de un ejército de cipreses en los montes del norte, o sentir la tristeza de las palmeras que mecen sus palmas acariciando la arena de los desiertos del sur. En un bosque los cedros, abetos, sabinas, secuoyas, robles, castaños se elevan al cielo como queriendo conectar la madre naturaleza con las tierras divinas y en su intento nacen, viven y mueren como seres únicos e irrepetibles.

 

Existen numerosas emociones que un ser humano es capaz de captar  si abre sus sentidos a lo que allí está aconteciendo, a la historia de cada árbol y que en cada instante nos está contando. La vida y la muerte, alfa y omega de todo. Porque los bosques están vivos. Hay un  torrente de vida que subyace en cada pequeña flor o en cada gran río, en cada gran roca hasta el pequeño brote de hierba.

 

Todo vive, todo.

 

Y entre todos ellos, existe una especie que viaja muy despacio. El Tejo. Los tejos son los ermitaños de los bosques. Les gusta vivir en la soledad de las hondonadas sombrías, donde crecen lentamente durante siglos e incluso milenios.

 

¿Y porqué de su larga vida a diferencia de sus hermanos del bosque?

 

Pues os contaré que en una época fueron seres humanos, fueron grandes magos que ayudaban a los reyes y reinas en sus disputas con brujas y seres malvados. Cuidaban de los príncipes e infantes y permanecían sirviendo en los castillos reales, enseñando sus artes a los futuros aprendices que protegerían la entrada del mal entre sus murallas.

 

Se dice que una joven y ambiciosa bruja llamada Europa pretendía que todos los reinos le sirvieran pleitesía y la considerasen emperadora de reinas. Ante la negativa, declaró la guerra contra todo aquel que se negase y presentó batalla en las tierras del lago Ssen.  Los magos ganaron fácilmente a la inexperta bruja y la desterraron a vagar por los caminos y sendas de todas las tierras de occidente. Sin embargo Europa consiguió que los magos fueran traicionados por uno de ellos debido a una pócima que la bruja le introdujo en la sangre, contagiando la muerte a todos los demás. Sabiendo del próximo e irremediable fin, decidieron convertirse en árboles que destilarían su sangre en pocas jornadas, eligiendo el árbol del tejo por su gran fuerza.

 

También se dice que el mago traidor, protector de la reina Priscila,  esperó escondido a que todos estuviesen vulnerables en el momento de la transformación y pronunció las palabras “tempus eternam” que cerró toda posibilidad de que los ya convertidos tejos volviesen a su estado humano.

 

Aunque el conjuro de transformación también actuó en él y no pudo evitar que todo su cuerpo tomase apariencia arbórea. Visto así, se recluyó en las cavernas de Amajdrep, donde se arrepiente cada día de su traición y clama amargamente por la vuelta a la vida de sus compañeros y amigos. En ese castillo adherido a la piedra, solo se oyen los gritos de pena del que fue el mago protector del reino de Priscila.

 

En su intento de penar el acto nefasto para sus amigos magos, le ofreció a la reina la bienaventuranza de que todo recién nacido que fuese presentado a la Virgen de la Luz sería un fiel amigo y una persona leal y no cabría la traición en su reino.

 

Y así se hace desde entonces. Este mago convertido en tejo, vaga por todos los bosques ahora cuidando de sus amigos, y llora en cada uno de ellos la pena que le consume en su interior. Este mago es un ser conocido por nosotros.

 

Su nombre El Señor del Tejo.

 

 

Capítulo 9.

 

“Alsacia permanece en sus aposentos demasiado tiempo”. Este era el motivo que Francisco encontró para la aparente enfermedad que la guapa mujer parecía que había contraído. De un tiempo a esta parte los cabellos se le habían aclarado y  los dedos tenían un aura propia que envolvía toda la mano. Sus facciones se habían afilado y sus ojos eran como dos azabaches negros que molestaban si fijabas  la mirada  en ellos.

 

Este aspecto, cambiado pero aún así de una belleza sin igual, tenía preocupados a los químicos del Castillo de Drobmach, que no encontraban una explicación a estos cambios de aspecto. “Cuando lleguemos a mis tierras mejorará sin dudarlo, pues los químicos de mi Palacio han adquirido sus conocimientos en los reinos de oriente y tendrán la explicación a todo ello”, les indicaba a los caballeros de su guardia.

 

Sin embargo Alsacia no padecía ninguna enfermedad.

 

¿O si? ¿Vosotros que creéis? ¿Y tu? Si, a ti me refiero, al que mira atrás. ¿Creéis que Alsacia estaba enferma o que era una de sus estrategias de venganza?

 

Prestad atención, pues lo que os contaré ahora será lo que este trovador cree que sucedió pues de paredes del castillo hacía el interior desconoce los sucesos, ya que cuando me presenté en las puertas del mismo preguntando y filosofando, la guardia me echó sin miramientos y con toda serie de insultos y patadas de allí.

 

Yo creo que Alsacia era envidiada por el resto de las mujeres de la corte de Francisco. También era desde su llegada centro de comentarios y rumores que vertían sobre ella  del motivo de su estancia al lado del príncipe.

 

 La maledicencia de la gente es como una mancha de aceite que se va extendiendo sin remedio, y las habladurías que empezaron en las tabernas de la villa de Siolb llegaron en boca de lacayos y comerciantes amigos de los embaucados mercaderes ejecutados en la plaza Mayor hasta los oídos de la corte.  Y no hay nada extraño que esta recogiese esos rumores, pues el aburrimiento y la ociosidad de las personas mantenidas que no tienen más ocupación que la de mirarse su propio ombligo es la madre de todos los vicios terrenales.   Y la envidia hacía Alsacia era uno de ellos.

 

Corría el rumor de que los libros que leía eran de brujería y artes malignas. Se comentaba en alcobas y aposentos que su pretensión era casar con Francisco para ser reina un día. Decían las malas lenguas que una vez en el reino del príncipe, lo mataría y gobernaría a todo su pueblo. Y que su fin era emprender la guerra hacía el Oriente por odio hacia una reina llamada Priscila. ¿Era mentira todo ello?

 

No. Era todo cierto.

 

¿Entonces quién era el propagador de la verdad?

 

El señor del Tejo. Este sabía que el mal había entrado en el corazón de Francisco al enamorarse completamente de Alsacia, y que está solo lo estaba utilizando para sus fines de odio y venganza.  ¿Y cómo hacerlo saber? ¿Cómo parar este mal que crecía al mismísimo lado del príncipe? Una vez tuvo la oportunidad y convirtió a Europa en uno más de los tablones de un banco al borde del camino. Pero ahora sus poderes de magia blanca quedaban muy alejados de los aposentos en el castillo de Chambord y un ser con apariencia de tejo no puede entrar por las puertas del castillo sin causar extrañeza ¿no creéis?

 

¿O si? Esto es una fábula y nada está pensado ni escrito.

 

Os diré que yo creo que el Señor del Tejo entraba en los sueños de las damas de la corte y les contaba la verdad de la presencia de Alsacia. Estas al despertar iban a sus compañeras y relataban lo soñado con todo detalle pero se cuidaban de ir a comunicarlo a su majestad, porque al fin y al cabo había sido un sueño.

 

Pues sabían que peor que las malas lenguas y los correveidiles está el atolondramiento y la dependencia de un ser enamorado. Que no ve más allá de un palmo de sus narices y su entendimiento se ve subyugado al de su amada, y temían el enfado de su señor, con las graves consecuencias que ello podría acarrear. Con lo que se dedicaron a hacer correr el rumor por toda la corte.

 

Esto es lo que cree este trovador que sucedió. Y nada más he de relatar hoy. Lo demás lo dejo de vuestra envidia a Alsacia.

 

¿O no?

  

 

Capítulo 10

 

Francisco había sido un niño sin padre. El Rey Nobrob fue uno de los primeros reyes que marcharon, en compañía de sus caballeros a Oriente en busca del Santo Grial, y llegados a tierras del moro entablaron batalla creyendo que simplemente eran salvajes sin adiestramiento militar ni armas de guerra los que allí se apostaban. En el alba de un caluroso día de verano, los arqueros musulmanes les lanzaron cientos de flechas a contraluz que los ejércitos cristianos solo oyeron su silbido cuando la muerte penetraba en sus mallas y cascos de las pesadas armaduras. Una tras otra, las filas del rey Nobrob, fueron aniquiladas a distancia por los certeros arqueros de los reinos del califa Sorom, sin tan siquiera dar un espadazo, que mucho más ligeras y adaptadas al terreno arenoso de la llanura de Nelasurej, a cada disparo retrocedían ligeras 50 yardas y se disponían a nuevas andanadas que fulminaron hasta el último de los extranjeros en aquellas lejanas tierras.

 

La madre de Francisco, la reina Aicitel  tomó el gobierno, y amargado su corazón por la ausencia de su amado marido, actuó muy duramente con los pocos caballeros que regresaron, arrastrando sus cuerpos heridos hasta que su majestad los culpó de la muerte del rey y por no haberlo defendido en batalla, habiendo muerto de esa forma tan indigna para la realeza que de simples arqueros anónimos y desconocidos y no de la espada de un rey de su categoría. Educó con extremada disciplina a Francisco, que ha regañadientes admitía a los múltiples tutores que pasaron por palacio.

 

Ella se libraba entonces de la educación de su hijo y podía ir a velar el cuerpo embalsamado del Rey que reposaba en el panteón real. Allí permanecía sola y dicen que la oían conversar con alguien que parecía la voz del monarca, pero que comprobaron que era ella misma, presa ya de la locura, quién conversaba con dos voces. Las luces de su mente se fueron apagando y en el alba del tercer año que falleció el Rey Nobrob, la reina se cortó las venas con el filo de la espada de su amado que permanecía abrazada a su inerte pecho.

 

Francisco tenía entonces 13 años. Una edad propicia para que estos sucesos le afectarán de por vida y creasen un carácter quebrado y malicioso que  hizo fuerte en su interior y sería la causa de su desgracia.

Huérfano de reyes las tierras de Ssen, se decidió que tomase el cetro real el hermano del Rey hasta que el menor de edad cumpliese los 16 años y fuese coronado como gobernante de Ssen.

 

Para Francisco, liberado ya de tutor alguno, se le hacía eterno este tiempo, los meses e incluso los días de estos tres años, y decidió cuando faltaba uno, el partir a vengar la muerte de su padre a tierras de oriente.

 

Así a su vuelta sería ya investido como nuevo monarca. Muchos caballeros se negaron a acompañarle, pues todavía se recordaba el desprecio que les hizo la reina Aicitel a la vuelta de las cruzadas anteriores, y Francisco marchó tan solo con los más leales a la corona, que defendieron con su vida la del inconsciente joven. Sano y salvo de toda herida, emprendió camino de vuelta, e hizo parada en el castillo de  Drombach, cerca de la villa de Siolb, donde le recibió la interesada corte, ya que a su llegada a las tierras de Ssen, iba a ser proclamado Rey.

 

Tan solo un suceso casual le retrasó en esta pretensión. La entrada por las puertas del castillo a lomos de una yegua árabe de una bellísima joven con una larga trenza, cuyo nombre era Alsacia.

 

 

 

Capítulo 11.

 

 Alsacia tenía en su mente un plan bien preparado y urdido. Se haría esposa de un rey  poderoso. Lo  subyugaría a su deseo y voluntad con argucias y mentiras.  Y de su mano gobernaría y formaría un gran ejército, que sin mediar provocación, conquistaría todo el occidente medieval, incluyendo los reinos uno por uno de los aliados de Priscila, cual araña que teje tu tela. Y en la ofensiva de esta para defender a sus amigos, caer en la trampa y derrotar a sus ejércitos, cumpliendo así la conciencia interior que la llamaba a tal propósito.

 

Este era el objetivo que corría por sus venas, condicionado por la ira  de una sangre envenenada. Un objetivo que estaba convencida que iba a conseguir y que nada ni nadie iba a poder  interponerse en su camino, pues saldría mal parado. Y que el joven Francisco iba a ser una más de las piezas de un puzzle difícil de prever.

                                                                                  

Francisco estaba en un estado desconocido para sus vasallos. Su carácter malcriado y prepotente se había transformado en uno mucho más sencillo. De sol a sol, deambulaba por el Palacio de Drobmach en pos de una persona y lo único que le preocupaba era poder verla, oírla, sentirla cerca. Podías  derramar vino en su plato, y él seguía comiendo como si nada hubiera ocurrido. Podías entrar en sus dependencias sin permiso ni audiencia, y él no levantaba la vista de su regazo. Parecía como si hubiera salido de su cuerpo y ahora deambulaba persiguiendo algo o alguien.

 

Para saber en todo momento dónde y con quien estaba esa persona. Qué hacía o decía ese ser. Que pensaba y sentía esa mente. El próximo e inminente monarca del reino de Ssen bebía los vientos por Alsacia. Y esta no tuvo que utilizar ninguna pócima ni preparar elixir amoroso para tal fin. Era un amor sincero el de Francisco. Nocivo pero verdadero. Ella se dejaba querer sin mostrar especial atención a las lisonjas y presentes que él le ofrecía, controlando la querencia de una persona en plena juventud que se enamoraba por primera vez y que no tenía más ojos que para su amada. Miradas furtivas, sonrisas provocadoras y pequeños discursos eran todo lo que la mujer necesitaba para que Francisco estuviese pendiente de una belleza sin oposición en toda la corte. Y en las damas y siervos de ella,  veían con agrado este ensimismamiento del príncipe que dejaba de tirar de las riendas del trono y que aliviaba las malas maneras y faltas de buen juicio en su manera de gobernar.

 

En esta situación, y llegada la fecha su mayoría de edad, mandó formar la comitiva real, y entrar en su reino para ser proclamado rey.  Acompañado de sus fieles caballeros y con los mermados ejércitos en las recientes batallas cruzadas, partió hacia las tierras de Ssen. A escasas dos jornadas de camino, Francisco mandó una comitiva adelantada a caballo para avisar de su llegada, y que todo su pueblo fuese conocedor de los festejos de la inminente coronación. En el primero de los días en que se esperaba la vuelta de los soldados  no hubo preocupación por su ausencia, pues pensaron en que la madre de Francisco iba a mandar un gran cortejo en busca de su hijo. Pero a falta de escasas millas para divisar su castillo real, se toparon con la causa del retraso de los adelantados.

 

En las propias espadas de cada uno de los soldados, se encontraban sus cortadas cabezas solitarias, formando una barrera en el camino que mandaban un mensaje claro a la comitiva real. Que no eran bien recibidos. Que gobernaba en Ssen un nuevo poder cruel y sanguinario, que no dudaba de tomar las armas contra el que intentara aproximarse y que el reinado de Francisco ya no era tal. Tan solo era un joven con un numeroso séquito de damas y criados, sin castillo ni palacio real, sin un fuerte ejército ni fieles caballeros  a los que mandar, ni un reino ya donde proclamarse rey. En aquella situación Francisco no era nada.  Y ello desbarataba los planes de una persona inteligente como nadie.

 

Alsacia se dio cuenta de que este era el momento de poner una pieza importante en el puzzle de su objetivo, de dar un paso adelante en su trazado plan. Este iba a ser el momento de probar todas las teorías de guerras que fueron aprendidas. Todas las estrategias de batallas narradas por reyes lejanos de oriente y tierras allende los mares. Era el momento de plasmar en la vida real lo que había estado aprendiendo la hija de la Dama de la Larga Trenza. La que llevaba en su interior la pócima de la poderosa Bruja Europa.

 

Príncipe y caballeros parados delante de la horrible visión de las cortadas cabezas, recibieron el trote de la yegua de Alsacia, que aproximándose a un soldado abanderado le arrebató su estandarte. Seguidamente se aproximó  a la barrera de espadas del camino, hincó su montura y poniéndola a dos patas derribó algunas de las espadas que ensartaban las testas, y abriendo un hueco en el camino clamó a la sorprendida tropa que veían a una  dama a caballo ondeando el emblema de su Rey.

  

¿Queréis vivir para siempre?. Por Francisco, Rey de Ssen, ¡muerte a los usurpadores!

 

 

 

Capítulo 12.

 

De un salto, la montura árabe de Alsacia se puso de nuevo al galope, y a distancia le siguieron los caballeros de las tropas de Francisco, el mismo príncipe con su guardia personal y las tropas de a pié, dando grandes alaridos y gritos.   La mujer les iba a sacar mucha ventaja, ya que ella iba ligera de peso y ellos armados con pesadas espadas y escudos de batalla.

 

Ella montaba una delgada y fina yegua y ellos fuertes y grandes corceles de guerra. Así que Alsacia tuvo tiempo de preparar el que iba a ser el golpe definitivo para proclamarse algo más que dama de la corte, algo más que una guapa mujer ilustrada e inteligente. Iba a ser proclamada por Francisco la próxima reina de las tierras de Occidente.

 

Como si de una flecha blanca se tratase, Alsacia cruzó el bosque cercano al castillo real a toda velocidad y al salir al claro, bajó su cuerpo hacía el cuello de su montura y empezó a susurrar inicialmente y cada vez más fuerte un conjuro que salía de su interior,  de sus entrañas, de su mismísima sangre.

 

Yo te traigo la muerte, de mi no podrás esconderte...Yo te traigo la Muerte, de Mi no Podrás Esconderte...YO TE TRAIGO LA MUERTE, DE MI NO PODRÁS ESCONDERTE.

       

Alsacia no era tal en aquella pradera, se había transformado en otra persona, en otro ser. La pócima que la bruja Europa vertió en su madre cuando ésta todavía viajaba en su vientre, bullía ahora en todo su cuerpo, para convertirla en una extraordinario vendaval que iba a barrer todas las almenas, garitas y troneras del castillo real de Ssen.

 


Europa estaba en el cuerpo de Alsacia y  tomaba las riendas de su voluntad y de toda su inteligencia. En una explosión de fuego, la veloz yegua árabe se transformaba en un dragón de inmensas alas de fuego que volaba a ras de la pradera que convertía en cenizas todo por donde pasaba y que se dirigía sin remedio hacia las murallas del castillo. En lo alto se escucharon unos graznidos y una bandada de cuervos que sobrevolaban la pradera, se lanzaban en picado para unirse a su dueña, convirtiéndose al contactar con las alas del gran dragón, en bolas de fuego que acompañaban a este en la destrucción de las tropas usurpadoras.

 

Estas, llegaron hasta los soldados adelantados de la comitiva real de Francisco, que estaban en guardia esperando el ataque de los que volvían a su reino. Y formaban escondidos, varias filas de arqueros en las almenas y troneras altas que castigarían su línea de ataque, disponían de catapultas que desde distintos puntos de las cercanías del palacio real, iban a lanzar piedras inmensas a las tropas rivales y destrozarían su retaguardia,  y grandes calderos de aceite hirviendo esperaban a los soldados que intentasen encaramarse a alguna muralla.

 

Sin embargo, todos ellos vieron a una solitaria mujer al galope aparecer de dentro del bosque, cuando esperaban la llegada de cientos de tropas. Todos se sorprendieron de la cantinela que se oyó cada vez más fuerte, de los labios de esa fémina, cuando esperaban arengas de guerra. Muchos huyeron cuando una gran cantidad de fuego se acercaba a las puertas del castillo. Y todos murieron abrasados por un gran poder maligno, que del cuerpo de una bella mujer a lomos de un dragón de fuego llegó veloz a todos los rincones de las pertenencias de Francisco.

 

Sin destruir ni murallas ni torres, traspasando piedras y paredes, el filo de fuego fue aniquilando a todos los soldados, arqueros y caballeros que estaban allí. Multitud de ellos no se dieron ni cuenta, de lo que ocurría, pues este mortal abrazo eliminaba todo resto de la persona y no dejaba ningún rastro de la misma. Y así, lo que iba a ser un lugar de lucha se fue silenciando y todo quedó solitario y abandonado.

 

Todo fue tan rápido que las tropas de Francisco no habían salido todavía del bosque cuando aconteció,  y solo oyeron a su salida al claro, como una bandada de cuervos sobrevolaba la torre del homenaje del castillo de Ssen y lo que parecía una bola de fuego se apagaba en el fortín del último bastión. Y sobre todo como una mujer a caballo desde la puerta del castillo, ondeaba el estandarte del futuro Rey Francisco, y clamaba fuerte los laureles de la victoria.

 

Viva Francisco, Rey de las tierras de Occidente.

 

 

A la semana siguiente, Alsacia era desposada con el recién coronado Rey Francisco y proclamada Reina del reino de Ssen.

 

 

 

Capítulo 13.

 

Igual que le ocurrió a  Francisco, Priscila perdió a sus padres a una temprana edad. El Rey Ogaitnas y la Reina Anasor fallecieron víctimas de la gripe medular que asoló medio mundo en la edad medieval y que no hizo discriminación en reyes o lacayos, en potentados o pobres, en moros o cristianos. Todo el mundo conocido padeció con gran crudeza la virulencia de una epidemia que daba miedo tan siquiera pronunciar.

 

Pero a diferencia del monarca de Ssen, Priscila tenía bien asentado un carácter bondadoso  y un juicio equilibrado cuando esto ocurrió. Ella había sido durante su temprana infancia una niña que tan solo tenía que tomar ejemplo de sus padres para diferenciar el bien del mal, ser riguroso o flexible según el juicio presentado y estricto o amable según la ocasión. Y sobre todo el recibir estas enseñanzas con el cariño que le ofrecían sus padres.

 
Sin embargo, la larga vida que una mente equilibrada ofrece a quien la posee, se vio truncada por esta sombra que era la gripe medular proyectaba sobre medio mundo. Cuando se iniciaba su propagación, nadie podía estar seguro de su futuro. Todo se paralizaba. Mercados, festejos, viajes, audiencias, etc. incluso las guerras se diluían al fallecer masivamente las tropas que se contagiaban rápidamente al convivir codo con codo. Absolutamente todo estaba bajo la sombra de la enfermedad. Solo una diferencia salvaba a parte de la población de estar sentenciados. Los jóvenes menores de 15 años eran inmunes  al contagio.

 

No preguntéis ahora el motivo.

 

Este trovador lo desconoce.

 

Los padres de Priscila se involucraron en intentar paliar en lo posible los efectos y lo destrozadas que quedaron numerosas familias, en las que desaparecía el principal sustento los padres. Promovió un tratado con los reinos vecinos llamado Tratado de los infantes de Saneta por la ciudad donde se firmó, para que se construyeran villas enteras  de huérfanos, donde se les protegía y amparaba  inicialmente, se les instruía en latín y griego, ciencias y filosofía hasta los 15 años  y más adelante se les enseñaba un oficio para su bienestar y vida futura.

 

Anasor visitaba frecuentemente estos nidos de cultura y de fiel vasallaje y era muy querida entre todos los pequeños pobladores de estas villas. Priscila acompañaba siempre a su madre y también era muy querida. Bajaba de su montura y corría por entremedio de las damas  y los caballeros de la corte, en compañía de todos los niños y niñas, hasta llegar a las puertas del edificio de la Enseñanza, donde formaban un gran círculo y nombraba de una lista de nombres a los que mayores logros prácticos habían conseguido. El premiado se acercaba a la princesa, recibiendo un diploma, un dulce y un beso. Muchos niños se ruborizaban en este momento y todos reían gratamente. La Reina madre veía desde lejos como su hija era una buena amiga de los que en su día serían sus vasallos, y eso la reconfortaba y tranquilizaba sus pensamientos de futuro.

 

Sobre todo cuando un día tuvo un mareo acompañado de una ligera tos que dejó marcado de pequeñas gotas de sangre el pergamino que estaba rubricando.

 

Y que con gran dolor comunicó a su marido Ogaitnas el acontecimiento. La enfermedad de la gripe medular  era una gran desconocida en aquellos tiempos y que una persona la contrajese era una sentencia de muerte segura. Grandes físicos y magos intentaron prevenir primero los contagios masivos y posteriormente salvar las vidas de quienes se veían afectados por ese mal, pero no consiguieron saber más que el hombre o mujer que la contraían tenían sus días contados, y que por una extraña razón, los niños y jóvenes menores de 15 años eran inmunes a tal contagio.  Únicamente la prevención del contacto con las personas diagnosticadas.

                                                                                            Lo que no impidió que un día la peste llamase a las puertas de palacio y que en pocos días muriesen Ogaitnas  y Anasor junto con la mayoría de la corte.

                                                            

 

Priscila tenía entonces 14 años. Al año siguiente, y estando todos los poderes del reino en orden y concierto, consultados los monarcas de los reinos cercanos  y firmantes del tratado de Saneta, y siendo la legítima heredera del trono, se la proclamó Reina de Reinos de todo el Oriente.

 

 

 Capítulo 14

 

 

-Doncellas e infantes...ancianos y juventudes, féminas y varones...escuchad ahora a este humilde trovador. Dejo la fábula de contar. Aunque sabed que no acaba aquí la senda. Sigue sinuosa ascendiendo hacia la grandeza del cielo y penetrando en la bajeza del infierno. Seguidla, no temáis por las tinieblas de la incertidumbre ni por el miedo a lo desconocido. Porque en adelante, otro ser os  acompañará y será estrella de vuestro horizonte. Del vuestro y de los grandes del orbe descubierto. Y será vasallo fiel, aunque un día no. Y será amigo, aunque no lo fue. Partid ahora, es el momento. Id con Dios.

 

 

 

 

 

 

Capítulo 15

 

 -¿Por Qué lo hice?-digo en voz alta. -¿Por Qué?- de nuevo.

 

Levanto la vista hacia el horizonte y unas nubes bajas me indican donde será mañana el lugar de la reunión, pues una luz tenue llega a ellas desde donde miles de antorchas velan las armas de todo el Oriente conocido.

 

En la llanura de Saneta se van a ver por primera vez los jóvenes infantes  Ainamur y Ainamela, hermanos de sangre, pero separados de muy pequeños por sus padres para gobernar en sus extensas tierras. Su madre Ainarcu hace ya dos jornadas que pasó por la llanura que se divisa al norte de mi fortaleza, y un pelotón de exploradores se acercaron a ver la soledad de este fortín, que todos creen abandonado.

 

 Un par de lechuzas convertidas en apariencia de grandes vampiros fueron suficientes para que los soldados volvieran a comunicar a Ainarcu que todo sigue vacío en este lugar. También me llegan noticias de la llegada de Lubmatse,  rey del enclave de Zeus, que aunque de poca extensión, es el único que da paso por mar a las tierras de Oriente y Occidente.

 

 Los reyes Arakna, Asedo y Erpich se presentarán pronto, muy pronto, pues veo las torres que se elevan en el centro del mar Orgen resplandecen como nunca lo hicieron antes, señal de que la maldad se acerca por el oeste. Y estos monarcas nunca han fallado al lucir este faro mágico. Tan solo Airis, reina del confín del Este, será la que no esté en la llanura con el resto de poderosos reyes pues su guerra con Orom la tiene ocupada, por la negativa de este de entregar el castillo de Kari y sobre todo furiosa por su idea de que una mujer no es buena luchadora ni sirve para comandar ejércitos.

 

 Así lo proclamó Orom cuando se estaba firmando el tratado de Saneta, hace ya 10 años, ante la sorpresa de todos y el enfado de Airis. Todos los reyes pidieron la disculpa de Orom, y este, antes de partir  les respondió:

 

-Yo no firmaré en el mismo pergamino que firman mujeres. Su espada es débil y su brazo pequeño- dijo.

 

- La fortaleza de mi espada la notareis cuando os corte la cabeza con ella- respondió Airis desenvainando su espada.

 

Recuerdo como Priscila, a pesar de su juventud y de su corta experiencia en manejar situaciones complicadas y apaciguar enfrentados caracteres, se interpuso entre ellos y ejerció por primera vez como emperatriz.

 

Sigo con la mirada puesta en el resplandor de la llanura y hago memoria de aquel momento.

 

-Priscila....Priscila…- susurro.

 

Su joven rostro brillaba aquel día de otoño cálido en que fue coronada. Un brial de seda blanca se ajustaba a su perfil de adolescente y un largo manto portado por dos doncellas la secundaba en todo momento. Un tocado le recogía el cabello y no impedía el lucir la corona depositada en su cabeza, pero que dejaba a la vista su bello cuello adornado con un collar y un colgante de la  Virgen de la Luz.  Se fue acercando y todo alrededor desapareció  para mí. Sus ojos denotaban su reciente pesar y llegando a mi lugar, esbozó una leve sonrisa precedida de su delgada mano  que elevó lentamente, a la vez que pronunciaba:

 

-¿Seréis vos mi mago protector?

 

No dije nada.

 

Sus facciones parecían haber madurado de repente con la muerte de sus padres, y la niña que había sido se presentaba ante mí como una mujer adulta.  Una ternura sin igual se apoderó de mi alma y ensimismado permanecí hasta que un leve golpe de algún vasallo me hizo volver a la realidad.  

 

-Será un honor majestad- le respondí. Y recogiendo su suave mano, la lleve a mis labios y roce su piel con ellos.

 

El incidente entre Airis y Orom me sacó de la hipnosis provocada por la belleza de aquella niña convertida ahora en mujer y emperatriz. Y ella,  dando rápidos pasos, se presentó ante los que discutían.

 

Priscila tomó la palabra:

 

- Cesad! No es el momento de ofensas ni es el lugar para mostrar el acero. Todavía lloramos a nuestros muertos y ya queréis verter más sangre. Todos los reyes y reinas aquí presentes vienen por voluntad propia y nada ni nadie les obliga a ser fieles a este Imperio de Oriente. Llegará el día de combatir, pero no es hoy ese día- les dijo.

 

Un momento de duda por parte de Airis que insinuó levantar su espada, y Priscila cambió su tono de voz por uno mucho más enérgico.

 

Cesad os lo ordeno!-  gritó.

 

Airis se vio sorprendida por la voz de mando de Priscila y bajó definitivamente su espada. Y Orom se dio media vuelta y partió para su reino.

 

Una ráfaga de viento borra de mi mente el dulce recuerdo de aquel momento, y me trae un oscuro pesar de lo que pretendí un día.

 

-¿Por Qué...por qué lo hice?- me pregunto.

 

 

Un alarido rompe el silencio de Amajdrep, Oigo el eco varias veces rebotar en sus paredes y pienso en quién puede estar tan desesperado para expresar su pena en forma de amargo sonido. Pienso quién puede ser, sin darme cuenta que es mi dolor el que se hunde en la oscuridad de la caverna.

 

 

Capítulo 16.

 

-No hay descanso para un alma errante, ¡verdad?-

 

Mis dos amigas voladoras giran su cabeza y sus grandes y cristalinos ojos de lechuza reflejan mi aspecto. Veo mis brazos de madera y mi cuerpo lleno ramas y follaje, que se mueven al paso de la ráfaga de viento del norte.

 

libera sit

et terra nasceretur

liberi eritis

taxi et ambula

 

Pronuncio el conjuro y una punzada en mi interior me hace curvar el tronco y con una raíz arranco parte del suelo que me sostiene. Otra punzada y el resto de raíces  salen de la tierra, con gran estruendo y levantando una nube de astillas que vuelan atrapadas por el soplo del viento. Mis amigas lechuzas, en un grácil vuelo, se posan en mi cabeza y rompiendo parte de la muralla salgo a la planicie, donde un ciervo corre huyendo al ver la extraña visión de un tejo que camina hacia él.

 

-Vayamos a Saneta, creo que el mundo nos necesita-

 

Voy arañando la hierba con mis pies arbóreos, y recordando a la vez aquel día de la coronación de Priscila, en el que  prometí que ni nada ni nadie haría llorar más aquellos ojos azules como un cielo de primavera que ofende por su belleza. Prometí que ningún mal se acercaría a la joven que lucía la corona de emperatriz. Y juré delante del obispo de Saneta y toda la corte, que siempre le sería fiel. Priscila sonreía igual que lo hizo el primer día que la vi, entre los niños huérfanos, corriendo hacia la plaza donde formaban el círculo y uno de ellos recibía su premio por su aplicación. Ahora, de rodillas ante su sonrisa, yo era el niño que recibía el premio, y repetía sus palabras serenas:

 

- Yo, Alfonso I, mago de la corte real, prometo servir fielmente la voluntad de la emperatriz Priscila, y cuidar de que ningún mal anide ni en sus tierras ni en sus reinos. Lo juro por mi honor futuro. Por la Virgen de la Luz.

 

Su sonrisa aumentó al finalizar y sus manos me tocaron levemente en los hombros para indicarme que me pusiera en pie. Al hacerlo, la cercanía con su rostro se hizo tan escasa que notaba su aliento en mis labios y el tiempo se detuvo en aquel instante para grabar en mi corazón la belleza de su ser. Deslizando su mejilla junto a la mía, noté la calidez de su piel, y con un pequeño beso pronunció:

 

- Alfonso, sois mi ángel de la guarda. No os alejéis de mí.

 -Majestad, es lo último que haría- respondí.

 

        Llevo dos años lejos de ella. Llevo mucho tiempo sin notar su aliento, ni tocar su piel. Sin cuidar su llanto, ni salvar sus penas. Demasiado tiempo.

 

Supe de su encuentro con Europa, del suicidio de una de sus damas y del conjuro de la pérfida bruja. Tuve la oportunidad de poner fin a sus maldades y lo hice. Pero el mal crece en Occidente. La hija de la Dama de la Larga Trenza se ha convertido en la heredera de Europa. Y cuentan que su inteligencia duplica a la de ella. Que su odio es permanente. Y que nada ni nadie la podrán detener.

 

Más allá de las tierras del Palacio de Drobmach, más allá de la villa de Siolb, en el occidente más lejano, un soldado ve llegar una línea de fuego que va arrasando con todo. Corre en búsqueda de refugio, y ya nota el calor de las llamas en su espalda. Un instante antes de morir escucha una voz grave que llena el aire ardiente:

 

 Te traigo la muerte

                        y no podrás esconderte

 

 

 

El Grupo Campista Som Diferents, nació un 13 de mayo de 2012, en el Camping Bonterra Park de Benicasim (Castellón), y el mismo esta compuesto en su mayoría por familias de la Comunidad Valenciana, aunque también tenemos familias de diversos puntos de la geografía española.